viernes, 4 de mayo de 2012

Su promesa

Su expresión se volvió indescifrable. Exasperada, me di la vuelta para marcharme, pero él me cogió del brazo. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar, me puso la otra mano en la cintura, me atrajo hacia él y sus vívidos ojos castaños capturaron mi mirada.
Con el corazón acelerado, sentí sus labios sobre los míos, con suavidad al principio y luego con mayor insistencia, y sucumbí a su abrazo. Sentí como si me derritiera entre sus brazos y le puse las manos en su espalda, abandonando todo sentido común.
Al cabo de unos momentos, nuestros labios se separaron y él apoyó su frente en la mía. Luego se apartó un poco, pero mantuvo las manos sobre mis caderas.
- Nunca te haré daño- prometió.

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