viernes, 29 de octubre de 2010

Ánimo.

A veces, cuando la soledad te invade, todas y cada una de tus emociones pierden sentido. Sientes como caes en una profunda y oscura espiral de recuerdos dolorosos. Recuerdos que hacen que tus ojos se aneguen en un mar de lágrimas que resbalan por tus mejillas hasta llegar a su fin, la comisura de tus labios…
Pero no desesperes, estoy segura de que llegará un momento de tu vida en que esta soledad desaparezca, hasta hacerse externa a ti por completo. Me encantaría oir de tus labios, algún día, que ya no te sientes sola. Y cuando te llegue ese momento tu vida recobrará sentido…
En tus labios empezará a formarse una pequeña sonrisa que llegará a convertirse en una sonora carcajada. La gente de tu alrededor comentará el cambio que has dado; y ese cambio será positivo y a la vez intrigante, es el que hará que cada día te levantes por las mañanas con la intención de descubrir hasta donde eres capaz de llegar.
Todo ser humano se rige por impulsos, esos impulsos vienen de nuestro instinto y ese instinto no es mas que el de supervivencia.
Por una vez, este escrito no es sólo para ti, aunque sólo tú lo leerás, ya sabes que sólo a ti te envío lo que escribo, sin embargo me gustaría que fuese para todas aquellas personas que luchan día a día por su supervivencia, enfermos terminales, personas que lo han perdido todo por alguna catástrofe ambiental, personas víctimas del maltrato, para todos ellos y muchos más, ánimos.
Me gustaría hacer un llamamiento para todas aquellas personas que, al contrarío que nosotros no tienen ningún medio para subsistir, personas que en pleno siglo XXI, con lo que se supone que hemos avanzado, su vida es aún mas corta, más vacía y sin sentido.
Gracias por leer este escrito.
Pdt: “ El valor de los detalles no está en quien los da, sino en quien los recibe y su conciencia".

viernes, 15 de octubre de 2010

10 meses

Paredes blancas.
Yo, sobre una cama blanca.
Al lado, una mesilla blanca.
En ese momento me toqué la cabeza, suave y lisa.
Luego, deslicé mi mano por mi brazo, acariciándolo. Estaba pálido y débil.
Cerré los ojos, apretándolos con fuerza, y tomé la sábana blanca, y con ella, me cubrí el rostro hasta la frente.
Entonces me acordé de todos ellos, de todas esas personas que me estaban apoyando, velaban por mí, todos los que me querían; mis padres, hermanos...familia en general. Ana, mi novia, mis amigos... todos ellos.
Mas tarde, recordé todas aquellas cosas que me gustaban hacer, hasta que tuve que dejarlas por culpa de la maldita enfermedad que me atormentaba. Me encantaba surfear, dar paseos en bici, manejar la cometa en el viento...
Y ahora, en cuanto saliera de este apestoso hospital, nacerían mis hermanas. ¿Cómo serían? Sólo podía imaginármelas bellas.
Entonces, abrí los ojos, y deslicé hacia abajo la sábana, quedando visible de nuevo aquella pared blanca.
Estaba esperando a la enfermera. Tenía que venir a "darme de comer": pincharme esa aguja, y que por aquel tubito bajara todo lo que mi cuerpo debía tener, y luego, tendría que tomar también todas esas pastillas y jarabes...
Entonces cerré los ojos.
La enfermera llegó tarde.